La de hoy es la entrada número 100 de este Blog que inicié hace casi un año. Y como comenté alguna vez, allá por la entrada 20, aquella que daba comienzo a la serie de posteos del libro High Fidelity, este blog no fue creado para los demás, sino para mí, y que por eso no iba a escribir yo, ya que poco me interesa leerme a mí mismo. Sin embargo, debo admitir que hay gente que lo lee. Y también debo admitir que me gusta que lo lean. Y si bien aquella vez aclaré que nunca iba a postear algo que yo escribiera, hoy voy a romper esa regla. Sólo por ser la entrada número 100.
Lo que van a leer es uno de los pocos (por no decir únicos) textos que me gustan a pesar de haber sido yo el autor. El encargo fue realizar un mural, y la idea consistia en, a partir de plasmar el siguiente texto en el mismo, tomar parte de una eterna lucha que se disputa oculta a nuestros ojos y que podrán descubrir a continuación. Espero que les guste.
Mientras deambulamos por la ciudad,
sin más preocupaciones que las propias,
una batalla se libra invisible a nuestros ojos.
Es ése enfrentamiento que noche a noche y día a día
libran dos bandos separados por diferencias irreconciliables,
enemigos acérrimos hasta la muerte:
las despreciables paredes que escuchan,
y las maravillosas paredes que tienen mucho por decir.
Los hombres, ignorantes a esta disputa,
vamos sin embargo decidiendo la batalla
cada vez que decidimos o no intervenir alguna de ellas.
Nosotros ya hemos tomado partido.
Y así, de esta manera,
reclamamos para nuestro lado la presente pared,
prestos y ávidos por luchar hasta la última victoria.